miércoles, 8 de mayo de 2019

El Principito de hoy. Segunda parte.


Owen fué creciendo y cada día de su vida lo destacaba más y más por su forma de ser, por su espíritu de colaboración en todo cuanto fuera justo y necesario, por su alegría de vivir que contagiaba a todos quienes lo rodeaban. No había algo o alguien que necesitara su ayuda a la que se negara; iba de inmediato y ponía su capacidad y talento solucionando diferentes problemas con amor y paciencia.

Su madre, Jane, un buen día le regaló una bellísima hermanita, a la que amó inmensamente, convirtiéndose en su protector y guía, compañero de juegos y aventuras. Eran inseparables.

Con esa forma de ser tan especial, tan diferente, tan de otra Galaxia, se ganó el aprecio y el amor de muchas personas; hizo infinidad de amigos con quienes participaba en deportes y aventuras, viajes y actividades sociales, artísticas, culturales. Era, simplemente, un ser muy especial.

En cuanto a la familia, sus tíos y tías, sus primos, su abuela, todos, lo amaban y admiraban tanto, que se volvió indispensable para toda reunión o celebración que realizaran. Y así como recibía todo ese cariño, lo devolvía a todos generosamente.

Jane, su madre, tuvo en él un compañero, un confidente, un consejero; prácticamente un todo, compartiendo por igual la ternura y los conocimientos, alegrías y tristezas, ilusiones y realidades.

Era pues, un niño-hombre amado y admirado. Fué creciendo y cada día más rodeado de amigos, de familiares, de extraños que veían en él un ser especial.

New York, Mayo 8 de 2019

Ivan

Fotografía proporcionada por Jane K. Muller: Owen y Joli.

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